La dureza del corazón

Buenos días a todos. Hoy les quiero compartir un testimonio personal sobre el rechazo a las cosas que nos hacen bien, un rechazo que nace de la dureza del corazón. 

Me gustaría aclarar que, mi intención no es  buscar aceptación a mis acciones que podrían incomodar a quienes me han conocido desde mucho antes de hacer este cambio, solo quiero poner un ejemplo sobre como nuestro comportamiento esta influenciado por factores que ignoramos y, no del todo por un razonamiento lógico que muchas veces nos hace sentir justificados.




Esta mañana, les escribo tomando un café escuchando cumbias de alabanza. Escuchar alabanzas es un acto que puede hacerte objeto de rechazo, pues al no comprender el sentir del que lo hace, se piensa que lo hace por aparentar, para que todos se den cuenta que ya cambió, o algo así.

Como algunos ya habrán leído en alguno de mis textos, allá por el 2020 es cuando yo busco consuelo en el evangelio y en la oración. Sin embargo, a pesar de saber que las alabanzas es la música que le agrada al Señor, yo me resistía a escucharlas, es más, me daba vergüenza la idea de hacerlo. Por lo tanto, yo seguí escuchando esa música que tanto me gustaba. 

El primer día que yo por cuenta propia escuché una alabanza, fue el 13 de noviembre, el día que confesé mis pecados por medio de la escritura. Cuando empecé a escribir aquellas líneas me sentía muy seguro, pues ya había contemplado este escenario desde hacía tiempo, mi sorpresa fue cuando llegué a la parte en la que hacía el desglose de mis momentos de mas debilidad en mi vida. 

Me resultaba bastante difícil continuar, se me ocurrió que, tal vez escuchar algo de música me ayudaría, pero esta vez no pondría la música de siempre, algo me hizo hacer lo que nunca había hecho y ni había planeado para ese día, puse alabanzas cristianas.

Apenas empecé a escuchar la alabanza cuando derrame un llanto inconsolable. No voy a explicar el efecto del llanto en el interior, pues es algo bien sabido. Además de pedir en el nombre de Cristo Jesús las fuerzas para continuar, el llanto había hecho lo suyo, por lo tanto, después de unos momentos de lagrimas me sentía con lo necesario para continuar.

Desde aquel día, después de casi cuatro años de leer el evangelio y orar constantemente, ese rechazo a escuchar alabanzas se había ido. Antes de esta transformación, escuchar música, en mi experiencia personal, era una búsqueda por los buenos ritmos y las líricas sofisticadas, hoy mi enfoque es meramente en la esencia del contenido, sin importar los ritmos.

Ahora, vale la pena mencionar que, eso no quiere decir que sienta rechazo por la música convencional, sería absurdo puesto que, por donde quiera que camine o me pose, esa música está presente. Simplemente pasó a segundo plano, ya no es la música con la que se expresa mi interior, es una suerte de diversión.


Conclusión 

Este es solo uno de muchos ejemplos de como la dureza del corazón nos hace sentir rechazo por las cosas buenas y no somos conscientes de ello. Esto aplica, por poner otro ejemplo: cuando somos incapaces de perdonar a quien nos ofende. Sabemos el impacto positivo de perdonar pero no lo queremos hacer. Así es la dureza del corazón, aunque muchas veces sabemos lo que es bueno para nosotros, nos excusamos para no hacerlo.


Le agradezco a Dios por aquellos que puedan leer estas líneas y por la oportunidad de yo compartirles. Bendiciones a todos.

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