Hoy quiero contarles una fábula sobre nuestro potencial, nuestras aspiraciones y el sacrificio. Una idea que había rondado mi mente y, que hasta hoy, gracias a Dios puedo ''aterrizarla''.
.jpeg)
El anhelo de volar
Había una vez un alacrán que quería volar. En la búsqueda de sus propias alas, miraba con anhelo a aquellos bichos que surcaban el cielo, con la esperanza de aprender y ver cual era el camino para obtener sus propias alas.
Un día, por la tarde, vagaba por el bosque ensimismado, pensando en formas de obtener sus tan anheladas alas.
Después de un rato deambulando, decidió descansar. Su actitud de alma herrante, llamó la atención de una araña que casualmente andaba por ahí, quien no dudó en acercarse para entablar conversación.
-¿por qué tan triste alacrán?-. Le pregunta con cierto aire de ironía.
-Yo quiero volar como ellos-. Le responde señalando al cielo.
La araña no pudo evitar la carcajada.
-A que mi alacrán, ¿acaso no te has visto en un espejo? Dime ¿a cuántos has herido con esa punta que tienes en la cola, estando en la tierra? ¿que no harías si volaras?-. Preguntó retóricamente.
El alacrán había pasado tanto tiempo mirando hacía arriba que, naturalmente, había notado cosas que los demás en la tierra no habían visto. Por lo tanto, le respondió:
-No entiendo, ¿acaso no has visto todas esas serpientes y grandes escorpiones que vuelan más en lo alto?. Mira, observa bien-. Le dice muy confiado.
La araña le tomó la palabra y se concentró observando un rato.
-Achis! Si es cierto alacrán, ahora veo lo que dices-. Responde asombrado.
La araña se quedó pensativa, y después de un rato, parecía tener una solución para el desanimado alacrán.
-¡Lo tengo!-. Exclama la araña, como quien resuelve un gran acertijo. -Alacrán, yo en lo personal no creo en esas cosas, pero dime, tu ¿alguna vez le has hablado al ''gran bicho''?.
-Siempre me hablaron de él como a todos, pero la verdad tampoco creo mucho en eso. Prefiero el trabajo duro, ya sabes, pero por más que busco la forma y hago lo que ellos hicieron, nomás no puedo.
-¡Ahí lo tienes! Debes pedirle al gran bicho que te de esas alas, porque de otra forma no lo veo posible. Esa es la única explicación, ¿no crees?.
El alacrán lo pensó un rato. -Si, tal vez tengas razón, después de todo, supongo que no tengo nada que perder. Eso haré.
El alacrán decidido, se va a paso veloz, busca un lugar tranquilo y, mirando al cielo, hizo una plegaria al ''gran bicho''.
Pidiendo alas
-Gran bicho, he trabajado duro para tener mis alas, nunca le he robado a nadie y sabes que siempre me gano a pulso mi comida, pero parece que por más que trabajo, no puedo conseguir mis alas como esas serpientes y escorpiones que vuelan presumidos. Yo sé que solo tu puedes dármelas, y no pienso rendirme hasta que me respondas.
El ambicioso alacrán, sabía que no todo era plegarias, había escuchado que para que el ''gran bicho'' le respondiera tendría que hacer sacrificios, tendría que cambiar sus costumbres, dado que la mala fama que su especie tenía, estaba bien justificada. El sabía muy bien el miedo que otros bichos le tenían a causa de su naturaleza, por lo tanto, tomó una decisión: no usar más su cola apozoñada, ni depredar como sus semejantes le habían enseñado. Además de que se había dispuesto a orar diario.
-Gran bicho, sé que no te gusta como soy, por lo que a partir de hoy, he decidido no volver a usar más mi aguijón. Este es mi sacrificio para ti, y no me voy a rendir hasta ser más como tu quieres, hasta hacerme merecedor de mis alas.
Así fueron los días venideros, vagando sin rumbo fijo pero con el objetivo en mente. Después de varios días de frío, calor e incertidumbre, el alacrán empezaba a agotarse, y por causa de esos cambios que buscaba en su naturaleza, no se había alimentado bien. Pero a pesar de sus intentos, el pobre alacrán sentía que era ignorado.
Con cierto aire de desilusión, el arácnido se dispuso a analizar su situación.
El sacrifio del alacrán
Después de pensarlo mucho, llegó a una conclusión. Sentía que el "gran bicho" requería una confirmación. Cayó en cuenta de que, esa voluntad de contener su naturaleza no era suficiente; debía buscar una garantía, una prueba absoluta de su compromiso a abandonar esas costumbres tan arraigadas que lo hacían indigno de esas cualidades que él anhelaba.
Sin pensarlo mucho, decidió tomar una medida tan extrema, como lógica, dada su aceptación a su incapacidad de sobreponerse a su propia naturaleza. El desesperado alacrán, decidió arrancarse la ponzoña.
Así que ahí estaba, solo en el medio del bosque intentando deshacerse del aguijón venenoso, intento tras intento sin obtener resultados. Naturalmente, después de un rato el escorpión se había agotado, era tal el cansancio que se dejó caer sin más, y ahí, en la tierra rendido por la fatiga, pasaría toda la noche.
Al día siguiente, un alacrán que se encontraba por ahí, vio a su semejante casi moribundo. El se acercó y lo despertó.
-¿Que tienes amigo? Pensé que estabas muerto.
El alacrán, sin perder de vista el objetivo, inmediatamente le pide ayuda.
-Sé que esto te va a sonar extraño, hermano, pero necesito que me arranques la ponzoña-. Le dice con las fuerzas mismas de quien convalece. -¡Te lo ruego! por piedad... ya estoy apunto de morir, ¡y ese es mi último deseo!
El alacrán no se lo pensó mucho; evidentemente, su semejante parecía que no viviría mucho, por lo tanto, creyó que darle un último gusto, sería lo mejor. De un tajo le arrancó el extremo de su cola. El alacrán se retorció y gritó de dolor. Después de unos momentos de agonía, yacía inerte en el suelo, lentamente, cerró los ojos como resignado a la muerte, el otro alacrán por su parte, siguió su camino.
El alacrán, sólo se había desmayado, y no despertaría sino hasta el otro día, en el alba. Una vez despierto, desorientado y moribundo, hizo una plegaria más.
-Oh gran bicho, mírame...he conocido a muchos que te hablan y dicen que les respondes, ahora mírame a mí, yo nunca he conocido a nadie que hiciera tal sacrificio, no me ignores-. Rogaba el alacrán hambriento, sediento, sin ponzoña.
La transfromación y la revelación
El alacrán, desahuciado y con gran decepción, creyendo que era su fin volvió a cerrar los ojos, seguro de que sus días habían terminado.
Cuando de repente, de la nada, apareció una grande mariposa, con el destello del sol naciente que hacía brillar sus alas doradas con plateado. Un fuerte viento que chiflaba, anunciaba la presencia de aquel insecto alado.
El alacrán, hizo un gran esfuerzo por abrir los ojos. Con el sol al horizonte y con belleza que el alacrán nunca había visto, la mariposa volaba alrededor del convaleciente escorpión.
-¿Gran bicho? ¿eres tu?-. Preguntó al borde del llanto.
-¡Me escuchaste! ¡lo sabía! ¡sabía que me escucharías!. Gritaba con una fuerza inexplicable.
-No, no soy el ''gran bicho'', pero es él quien me envía. Más allá de esas criaturas aladas que miras en el cielo, hay más como yo, ahí es donde está el más grande, aunque es algo mucho más que un gran bicho. El ha visto tu sacrificio, ha visto tus intenciones y va recompensarte por eso.
La buena noticia es: que has hecho bien. Sin embargo, aún te falta algo por hacer.
-¿Que? Ni niquiera tengo fuerzas para levantarme, ¿Que podría hacer yo en esta situación?.
-Descuida, para esto no necesitas levantarte, solo necesitas tomar una decisión.
-¿Una decisión?. Pregunta desconcertado.
-Así es. Verás, antes de yo ser lo que soy, pasé mi vida en el suelo, como tu, aunque fui más pariente de los gusanos que de los de tu tipo. Fui una oruga, tu las conoces bien.
-¡No lo puedo creer!. Exclama el moribundo alacrán.
-No te miento. Y sé por experiencia propia, como los de tu especie y otras más, ignoran y hasta atacan a estos bichos indefensos valiéndose de su evidente ventaja.
El alacrán empezaba a comprender a donde se dirigía esta charla, desvió su mirada a la nada, pensando.
-Veo que comprendes lo que quiero decirte. Le dice la mariposa.
-Si, lo comprendo.
-Entonces ¿que dices?.
-¿Pero que voy a hacer después? Yo no sé nada sobre ser una oruga, seguro voy a morir.
-Descuida, una vez que lo seas, te aseguro que sabrás lo que debes hacer.
El alacrán se lo pensó muy bien, pues a pesar de todo lo que había hecho, pensar en la idea de ser una oruga, era algo que le parecía desagradable, dado que, después de todo una vida mirando a las orugas como seres inferiores, como seres sin aparente voluntad y/o ambiciones, su sentir era natural.
La mariposa esperó pacientemente, sabía que no era una decisión fácil.
Después de un rato, el alacrán tomó la decisión.
-Hazlo. Le dice, aceptando su destino.
Acto seguido, el alacrán fue convertido en una oruga. La mariposa se fue, dejándolo solo.
La ahora oruga, se sintió como nunca, sentía una ligereza que jamás había experimentado, caía en cuenta que su cola, sus pinzas y su exoesqueleto, habían sido como una carga, pero además de la ligereza física, sentía un descanso mental, ya que después de tanto tiempo, por fin tenía lo que siempre había anhelado: la certeza. Ahora sabía lo que tenía que hacer para convertirse en un ser alado, y caía en cuenta que sus aspiraciones estaban limitadas por lo que sus ojos veían.
Su incertidumbre había terminado.
Le doy gracias a Dios por permitirme una mañana mas en la que puedo compartirles. Saludos a todos.
0 Comentarios