Sobre el potencial real.

FUERZA INTERIOR OLVIDADA

En generaciones pasadas, los sabios comprendían la importancia de esta sabiduría, transmitiéndola para ayudarnos a ser responsables de nuestro bienestar para contribuir a un bien mayor que nosotros mismos. Hoy, en las nuevas generaciones, esta enseñanza ha desaparecido, dejándonos desconectados de esa fuente profunda de poder.

Nos hemos acostumbrado a dejar que las cosas sigan su 'naturaleza', creyendo que quienes atraviesan dificultades emocionales o adictivas llegarán a la epifanía de que algo no está bien. Sin embargo, ¿Cuántas veces esto realmente ocurre? ¿Cuántas veces nuestros amigos o familiares logran esa revelación por sí mismos? Demasiadas veces los dejamos ir, no porque no los queramos, sino porque no sabemos cómo ayudarlos. 

Este es precisamente el momento en el que nuestro verdadero potencial puede hacer una diferencia. Este impulso espiritual se manifiesta como una fuerza interna capaz de sanar lo aparentemente irremediable, de rescatar a un hijo perdido en las adicciones, de tender la mano a una pareja sumida en la tristeza, o de apoyar a un ser querido atrapado en la depresión. Es una energía capaz de romper con lo establecido, de sanar las divisiones y unir lo que por generaciones ha estado separado.

Lo triste es que, muchas veces, ni siquiera somos conscientes de que poseemos este potencial. Es cierto que todos poseemos talentos que se expresan de manera física y concreta: algunos tenemos habilidades para los números, otros para las artes, otros para la ciencia o las humanidades. Estos talentos pueden ser desarrollados y llevados al máximo potencial, y a menudo, la sociedad nos anima a potenciar estos aspectos. Sin embargo, sin un anhelo auténtico que esté alineado con nuestro ser más profundo e intangible, estos logros externos pueden convertirse en vacíos. Esta desconexión entre nuestras capacidades y nuestro propósito espiritual es, en muchos casos, la raíz de nuestra infelicidad.


LA TRAMPA

Cuando nos encontramos hundidos, sumidos en la desesperación o el sufrimiento, a menudo caemos en la trampa de pensar que ya estamos perdidos, que nuestra vida no tiene remedio, que ya no vale la pena luchar o repararse. Lo digo por experiencia propia. Este pensamiento nos arrastra a creer que nuestra existencia está aislada, que nuestras dificultades no pueden trascender y que no hay esperanza de sanación.

Pero lo cierto es que no se trata solo de nuestra vida. Al tomar responsabilidad por nuestro bienestar, no solo nos estamos sanando a nosotros mismos, sino que estamos contribuyendo a un bien mayor, al colectivo al que pertenecemos. He de decir que, este objetivo mayor es imposible de vislumbrar antes de lograr esta transformación. El reconocimiento de esta verdad nos da el poder de superar la sensación de inutilidad, ya que sabemos que nuestro esfuerzo tiene un propósito que va más allá de nuestro propio sufrimiento.


EXPERIENCIA PERSONAL

Desde joven, tomé una decisión que marcaría mi vida. A los 14 años, decidí que no iba a continuar con mis estudios. Me inspiré en las historias de personas exitosas que no habían seguido una educación formal, y pensé: “Voy a demostrar que puedo alcanzar todo lo que quiero sin estudios”. Este objetivo, grabado profundamente en mi mente, definió mi vida durante los siguientes 18 años.

Al no seguir un camino académico ni dedicarme completamente a un oficio, me encontré en una constante búsqueda de mi identidad. Y ahí es cuando descubrí algo esencial: la incertidumbre del porvenir es un sentimiento profundamente subestimado. A menudo, intentamos evitarla, huir de ella o controlarla, pero es precisamente esa falta de certeza la que nos obliga a cuestionar nuestras decisiones y nos empuja a la introspección. Fue en ese momento de incertidumbre cuando encontré mi verdadero propósito. La incertidumbre no era mi enemiga; se convirtió en la chispa que encendió mi proceso de autodescubrimiento.

Hoy no tengo el “éxito” convencional, pero sigo un camino que me ha dado la victoria desde el primer día. Y si mi vida no llegara más allá de hoy, sé que he tocado mi verdadero potencial. Ese sentimiento es el que deseo compartir contigo. Mi viaje está lejos de haber terminado, y te invito a acompañarme en este camino de autodescubrimiento mientras buscamos juntos nuestro propósito, más allá de lo que el ego o las expectativas del mundo nos dictan.

Publicar un comentario

0 Comentarios